Nacimos por un sueño, nacimos soñando. Crecemos teniendo en mente en lo que un día nos convertiremos. Hoy tal vez te ves a través de los años; muchos los has alcanzado, otros se tornaron imposibles. En el caminar podemos ver como nuestros sueños fueron tomando forma. Muchos sueñan con convertirse en doctores, ingenieros, profesionales que marquen sus vidas con el cumplimiento de sus deseos. Otros pueden ver sus sueños muertos cada día y así perder la esperanza. La historia nos enseña de muchos hombres y muchas mujeres que marcaron su momento y alcanzaron sueños. Vemos como un Graham Bell revolucionó las comunicaciones o como un Neil Armstrong pisó la luna, también una madre teresa de Calcuta que impactó a muchos. En la palabra de Dios también encontramos un José que soñó y vio el precio de ese sueño. Pero, ¿realmente era su sueño o era el sueño que Dios había puesto en Él? José tal vez nunca pensó llegar a una cisterna y mucho menos ser vendido por sus hermanos. José no pensó llegar a una cárcel pero tampoco soñó con ser gobernante sobre Egipto. Pero dentro de esto al igual que José debemos comprender algo. Más allá de cumplir con nuestros caprichos tenemos que cumplir aquello con lo que Dios soñó desde el principio para nosotros. Dios creó a este mundo con un hermoso propósito y nos coronó como la máxima obra en la creación. No solo para que llenáramos un espacio vacío en este planeta, si no para depositar en nosotros algo especial. Es hermoso soñar, pero más si soñamos en Dios. Más si soñamos con que su propósito se cumpla cada día en nuestras vidas. Pero, ¿Cuál es el sueño de Dios para nuestras vidas? Dios primeramente soñó con darnos la salvación, ya que el pecado se había apoderado de su preciada creación. A su vez Cristo cada día que se acercaba a aquel día negro, donde los cielos se cerrarían y Dios quitaba su mirada de sobre Él a causa del pecado que cargaba en ese momento, Cristo soñaba con dar su vida. Lo hacía para que tú y yo hoy alcanzáramos la salvación. Pero no solo es alcanzarla y ya. Dios soñó con restaurarte, soñó con levantarte con darte lo mejor. En su sueño te ve como su ministro. Te ve como el músico, como el predicador. Dios miró tu corazón y soñó con usarte. Soñó porque vio en ti su reflejo, su rostro. Soñó contigo para que se cumpliera hoy lo que por tanto tiempo te ha estado soñando. Ahora bien, decidimos caminar soñado, o cumpliendo. Cumpliendo el sueño del que nos salvó, cumpliendo el sueño de aquel que nos hizo brillar como lumbreras. Siguiendo el sueño del que murió y resucitó para darnos vida eterna y en abundancia. Seguir los sueños es bueno, pero mejor es seguir los de Dios. Dios sueña con que le llegues a aquellos que aún no le conocen, a aquellos que necesitan tus manos, tus brazos y todo lo que puedas suplir. Siendo así instrumento de bendición para todo aquel que decida creer en el sueño de Dios. El sueño que Dios tiene para ti puede parecer imposible, tonto o sin sentido, pero lo maravilloso es que cuando por FE comienzas a caminar vas a experimentar la grandeza de Dios. Vas a vivir la realidad del propósito con el cual te separó un día. Naciste para soñar, pero más allá de soñar, naciste para vencer, para cumplir con el llamado de un Dios de amor. Para vivir el sueño de DIOS para tu vida. Para la humanidad que aún no le conoce pero que tanto le necesita. Hoy vamos a caminar cumpliendo el SUEÑO DE DIOS.