Nadie conoce tus luchas, tus batallas, tus sentimientos, tus dolores, tus heridas. Nadie al menos en esta tierra los conoce como Dios. A veces te juzgarán sin entender lo que hay en un corazón que busca amar, agradar y darle el primado a Dios. Pero aunque quieran sembrar heridas, recuerda que hay un Dios que es un sanador, un conocedor de quien eres. No pierdas el enfoque por más grande que sean las batallas, los enfrentamientos a recias tormentas. Recordemos que el médico por excelencia también es el escudo el cual protegerá tu corazón de recibir heridas de muerte. Habrán momentos que serán difícil de entender, habrá otros que pensarás que puedes morir en medio de ellos, pero no olvides que las pruebas, las tormentas y los desiertos no fueron hechos para hacer morir a los que confían en Dios, si no, para hacerlos crecer. Si tu corazón está herido, deja que Dios lo sane, aunque queden cicatrices serán solo para acordarte que el amor de Dios es infinito y sus misericordias nuevas cada mañana.
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