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Una lágrima



En silencio son muchas las almas que llevan una lágrima en su interior. El dolor lo cargamos muchas veces en silencio, alimentándose por el miedo, por la duda, por la incertidumbre. Abriéndose paso dentro de heridas, traiciones y hasta pérdidas, nacen del corazón y muchas veces creemos que no habrá consuelo sobre ese amargo río. Estamos en un mundo donde muy pocas cosas consuelan nuestros corazones, es un mundo hostil cargado de angustias, dolor y batallas. Las más grandes batallas son aquellas que tienen que pelearse en la mente, aquellas que el corazón a veces no soporta pero que de rodillas ante Dios se conquistan. El espejo a veces engaña, dicen que ni aún el te refleja como eres físicamente, mucho menos es capaz de reflejar tu interior, tus fuentes de lágrimas. Cada lágrima cuenta una historia y en cada historia hay un porqué, un hasta cuándo y un para qué. Pero cada lágrima brotada del alma ha recorrido el camino de la experiencia, del consuelo y del olvido. Muchos podemos lograr aprender de esos momentos y los convertimos en lecciones, otros hemos recibido el milagro del consuelo, de una mano que seca nuestros ríos, pero que lástima de aquellos que no pueden encontrar quién le preste aunque sea un pañuelo y sus lágrimas solo quedan en el olvido, no en el olvido propio, si no en el que nadie le importó tu dolor, tu momento.

Sin embargo los cielos lloran para bendecir la tierra y regarla para darle vida a aquella creación que descansa y espera. A veces las lágrimas liberan, limpian y rejuvenecen el alma.

Pero hubo un entonces donde el cielo lloró de amarga tristeza, fue aquel momento donde Dios tuvo que quitar su mirada de sobre su hijo porque le hicimos maldito y lleno de pecado a causa de nuestras transgresiones. El cielo lloró en ese momento pero ese llanto se convertiría en salvación, en consuelo a través de la sangre derramada por el cordero perfecto de Dios, Jesús nuestro salvador. Por tanto, no hay ni hubo dolor comparado al que puedo enjugar tus lágrimas por más amargas que puedan ser. Hoy recuerda que no hay dolor eterno, ni carente de razón, hoy Dios quiere consolar cada una de esas lágrimas.

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