Hace poco aprendí que niebla y neblina no son lo mismo, aunque son similares. Pero la gran diferencia es que, si puedes ver a más de un kilómetro de distancia, es neblina, si no puedes ver a más de un kilómetro, es niebla. O sea que la niebla es mucho más espesa. Hay momentos de nuestras vidas que nos encontramos exactamente de esa manera, caminando entre la niebla, sin ver más allá de unos pocos pasos. La niebla es fría, es húmeda, es oposición, es incertidumbre y muchas veces hasta miedo. Y en nuestros pasos por esta vida nos enfrentaremos a circunstancias que no veremos muy lejos, estaremos incómodos, estaremos llenos de incertidumbre porque no tendremos idea de lo que pasa o pasará adelante.
El que ha conducido por niebla sabe que la luz tiende a ser enemiga de la visión también, y el exceso de esta hace que veas menos aún. Llegarán esos momentos en que tu batalla te segará, te impedirá entender lo que va a suceder luego, pero sin embargo tienes que entender que la niebla puede convertirse en neblina y que la neblina se puede disipar, así que hay esperanza.
Lo peor de la niebla es la impotencia e inhabilidad de poder hacer algo que la disipe. Al igual que muchas veces en nuestro caminar, que trataremos de hacer mil y una cosas, pero nada funcionará. Nos quedará esperar, entender que la naturaleza de nuestra “niebla” es esa, pero que no se hizo para durar eternamente, si no que llegará el momento en que te tocará confiar en Dios y entender que es a Él quien le toca disipar todo momento difícil, no sin antes cumplir con su propósito en ti. Moldear tu carácter, vencer tus temores, confrontarte con la dependencia absoluta a Él.
Es ahí y sólo ahí que podrás comenzar a ver a través de ese momento que te lleva estorbando por tanto tiempo, el cual pensabas que no se iba a desaparecer. Siempre busca aprender en Dios ante cualquier inclemencia, sea pasajera o de larga duración. Recuerda que sus caminos y pensamientos son más altos que los nuestros y nada impedirá que su poder se glorifique en tu vida y que su Espíritu Santo te de la victoria, las fuerzas, el consuelo y el calor que necesitas.
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