ElÃas el famoso profeta de Dios, habÃa vencido a los profetas de Bahal, habÃa hecho descender fuego del cielo, en fin, habÃa hecho grandes hazañas en el nombre de Dios. Sin embargo, cuando Jetzabel se levantó contra él, tuvo miedo y se escondió, pero no solo eso si no que perdió la pasión a tal punto que ya no querÃa seguir, ya sentÃa que estaba solo. ElÃas tuvo que buscar un sucesor, alguien apasionado que pudiera continuar su ministerio.
JeremÃas el profeta, cansado de la condición del pueblo, le dijo a Dios ya no voy más, ya no predicaré, ya no haré lo que me enviaste. Pero trató de pelear, de vencer la voluntad de Dios sobre sus propios deseos, pero dice la palabra que trató mas no pudo, porque habÃa un fuego dentro de él, que le ganaba. Y de eso te quiero hablar.
Son muchas las ocasiones en las que las circunstancias pueden más que nuestra voluntad de hacer lo que Dios anhela que hagamos. A veces nuestra voluntad se antepone a la de Dios. Y la razón es que perdemos la pasión por la causa de Cristo. Te preguntarás cómo es esto posible, bueno lo es, ya viste como aún grandes hombres y mujeres de la biblia la perdieron, aunque sea por un tiempo. A ElÃas la prueba le hizo olvidar que Dios habÃa librado grandes batallas a su favor, pero tal vez la fatiga le hizo flaquear y ver que Dios seguÃa siendo el mismo hoy y por los siglos. JeremÃas midió su deseo de hacer la voluntad de Dios, con el resultado de su ministerio y predicación. No podemos olvidar que Dios nos manda a cumplir su voluntad, pero no significa que veamos el resultado de inmediato, o que tan si quiera lo veamos. Los apóstoles de Jesús probablemente pensaban que Cristo volverÃa en su tiempo, sin embargo, murieron y muchos de ellos como mártires, esperándole. Pero la dura prueba y el duro peso del evangelio no limitó su fe, si no que hasta el final corrieron la carrera con toda pasión y entrega.
No debe haber excusa alguna, ni otra persona, ni tú mismo, para dejar de creer, de vivir y de estar apasionado por la causa de Cristo, por nuestros deberes como pueblo de Dios, como la iglesia que se levanta en tiempos difÃciles para brindar esperanza al caÃdo. No dejes que la dura prueba te haga olvidar quién eres en Dios y para Dios. Recuerda que tenemos una responsabilidad en pos de las almas, y nada nos puede separar de cumplir con ese llamado. No olvides que Dios siempre caminará de tu lado y te dará las fuerzas para vencer.
Vivir apasionado es poner la voluntad de Dios sobre la circunstancia. Es seguir peleando la buena batalla de la fe, aunque otros ya no quieran. Vivir apasionados por la causa no es ser gravosos con aquellos que no creen lo que tú, al contrario, es vivir amándolos hasta que sean conquistados por el amor de Cristo. Vivir un evangelio apasionado no significa vivir ciegos en preceptos de hombres, si no que fervientes por la obra del EspÃritu Santo en la vida de aquellos que te rodean, y por supuesto en ti mismo. Deja que el fuego del EspÃritu Santo te guÃe, que no muera la pasión.